Estuve en Praga. Crucé por el puente de Carlos IV. El mismo puente, las mismas estatuas de reyes, héroes y santos de la cristiandad ante las que templados caballeros presentaran antaño sus respetos. Estatuas de devoción, sufrimiento y victoria. Hace tres, doscientos, cien años lo cruzaban los burgueses europeos en sus carruajes. Después lo atravesaron los nazis montados en sus Zundapp KS 750. Lo hollaron las botas soviéticas… Hoy lo cruzan sobre todo los turistas. Y mientras lo cruzo, soy un turista más. Y en un vuelo de pájaro de la conciencia me veo desde el cielo a mí y a las riadas de turistas, y a la humanidad entera como hormigas afanadas de un lado a otro… turistas en este mundo.